Nos despedimos de la plaza Cervera-Oýon y continuamos el paseo por la calle Beatos Mena y Navarrete.
Observamos como la distribución del espacio de estas calles destina una superficie superior del 70% a los vehículos a motor, dejando un pequeño porcentaje repartido en estrechas aceras para la movilidad peatonal. Estas dimensiones no sólo no permiten guardar las distancias de seguridad establecidas en las circunstancias actuales, sino que, en ningún caso favorecen la socialización, el encuentro, el descanso o el juego.
Además, durante la noche y en horas de escasa presencia de personas diversas, estos aparcamientos generan zonas oscuras y rincones, que aumentan la percepción de inseguridad en muchas personas, y en mayor medida en las mujeres. Estas características suponen una limitación importante del acceso al espacio público.
Llegamos hasta el cruce con la calle San Prudencio. Un espacio duro que da acceso a uno de los espacios públicos más concurridos del barrio, la Plaza Maestro Lope. A dicho espacio se accede subiendo un escalón, o una estrecha rampa que en ocasiones se convierte en un embudo por ser la única entrada accesible.
Giramos por la calle San Prudencio y nos detenemos en este aparcamiento sin nombre para soñarle otras soluciones. Si antes hablábamos del porcentaje de superficie que se le destina a los coches, en esta ocasión los números se nos disparaban. Queremos poner a las personas en el centro, proponiendo una intervención que favorezca los cuidados y la socialización, y que permita disfrutar del espacio público a todas las personas en igualdad de condiciones.
Para ello, como en la primera intervención, creamos una plataforma única para posibilitar la accesibilidad de manera autónoma a todas las personas. Lo cubrimos con pavimento drenante para filtrar el agua al terreno y reducir la radiación de calor en épocas estivales.
Proponemos una poda menos agresiva del arbolado existente y la introducción de otras especies vegetales más adaptadas como el Arce real (Acre platanoides), el Serbal (Sorbus domestica) o el Almez (Celtis australis). Consultamos con expertos que nos asesoraron sobre cuáles eran las más adecuadas. De esta manera buscamos que el espacio invite a la estancia al dotarlo de la sombra necesaria.
Añadimos juegos para las criaturas. Incluso se podría introducir un arenero u otros elementos que puedan responder más adecuadamente a las diversas etapas de la vida. No obstante, diseñar esta plaza con un proceso participativo, donde se detecten las necesidades reales, ayudaría no sólo a construir un espacio que realmente sirva a las mismas, sino que fomentaría la apropiación del lugar por parte de la ciudadanía.
Para generar la presencia de gente diversa y en diferente franjas horarias proponemos impulsar la ocupación de los locales con pequeños comercios, oficinas y algún establecimiento hostelero. De esta manera, como diría Jane Jacobs, favorecemos que las calles estén vivas y sean seguras, provocando una danza urbana constante de personas.
El comercio local supone una estrategia para mejorar la calidad de vida de las personas, puesto que favorece la socialización y el intercambio de servicios, así como la presencia de gente diversa en las calles, mejorando nuestra percepción de seguridad.
Por último dotamos al espacio de bancos, para facilitar los cuidados y el descanso, bajo la sombra de los árboles, y siempre acompañados de una fuente, como necesidad básica para la supervivencia y el juego.
Y por último, invitamos a las más importantes, ¡a las personas!.
2 comentarios sobre “Fragmentos de un paseo virtual. 2ªparada: Parking San Prudencio”